Ayer fuimos a la piscina con mis sobrinas y sus hijos.
X.: "¿Qué tal los análisis?"
Yo, enseñando los brazos llenos de pinchazos y unos pequeños moratones: "Bien, creo. Mira, parezco una drogadicta".
Bla, bla, bla...
Yo: "El lunes, si me gusta el piso, doy el notición de que me vuelvo a independizar. Ya verás la que se monta, aún no he dicho nada en casa. Estoy por decir también que estoy con A. y así, me ahorro "un disgusto"... bla, bla, bla...
X.: "Ha vuelto a consumir coca. Me lo ha dicho esta mañana. Siete años con la misma historia. No te va a decir la verdad. No sabe por qué lo hace. Intercepté una llamada. He ido tirando de la lengua. Tenemos que volver al médico...".
Y se me puso el corazón a mil. Y no me salían más palabras. Y... tantas emociones, tantos insultos que pensaba decir y que no dije... Y horas más tarde pudimos hablar a solas.
Yo: "¿Qué piensas? ¿Qué podemos hacer?"
X: "Nada".
Qué duro, qué vacío, qué real... Aquí estoy para lo que haga falta. Ya lo sabes. Te quiero, amiga.