sábado, 20 de febrero de 2016

Mujeres y una celebración

Don F., cura jubilado del pueblo, vecino y amigo, cumple 60 años de sacerdocio. Me avisó este verano mientras cantaba en las bodas de plata de la hermana de una amiga. Lo apunté en el móvil.

Hace unos días fue su cumpleaños, fuimos a felicitarle y le pregunté si quería que cantáramos en su misa de sacerdocio. Respondió: "Quiero algo sencillo, si cantáis, que sean todas las cantoras juntas".

Pánico... y respeto.

A él nos une la infancia, la amistad con la tía P., el respeto entre mis padres y su familia, sus clases en el colegio, sus catequesis "de verdad" y varias frases que resuenan mil veces en mi cabeza: "En cada momento, haz lo que haces". 

Nos respetamos y queremos.

Ayer quedamos "las cantoras": las de misa de 10.30, las de misa de 12... y yo. Ellas sabiendo que soy la que más música sabe y que no voy a misa. Yo respetando a cada coro, intentando no llamar la atención. Las mayores queriendo cantar sus canciones, las menos mayores queriendo cantar las suyas... y yo, poniendo en mi boca las palabras de Don F.: "todas juntas".

Dos horas y media de ensayo, de decidir, de mediar, de ver cómo las mujeres podemos ser muy puñeteras, de sentir el triunfo de la unión y la afinación tras varios intentos... En un arrebato de locura, hice convocatoria para cantar las comuniones, un regalo para nuestra niña bonita, para mi amiga T. y para D. No estoy segura de dónde me he metido... pero lo voy a hacer.

La madre de una amiga dijo: "Si estuviera la P. aquí, nos dirigiría con la mano y entraríamos todas a tiempo".  "La P." es mi tía P., que no está físicamente, pero estaba en mi guitarra. Esta tarde, volverás al coro. Me puse nostálgica.

Cosas de la vida... Renegando de la iglesia y honrando a un cura. Mejor dicho: a un amigo.



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