A falta de aikido, pues mi profe está embarazada, este curso me he apuntado a spining.
El spining es ese demoníaco invento de dar pedales y pedales sobre una bici hasta que se te mojen las bragas. (Y no de gusto, precisamente).
Mi hermana y mis amigas dicen que le cogeré gusto, que "engancha". Yo aún estoy en la fase de desear que acabe la clase, aunque, en estos momentos, me siento orgullosa de ser capaz de hacer este deporte.
Cuando doy pedales a toda velocidad y sin carga, el movimiento pectoral es tan grande que creo que se me van a salir fuera de la camiseta. Ahora me pongo otra debajo para amortiguar el impacto.
Acabo sudada desde la punta del pelo hasta los calcetines. Literal. Todo sea por seguir depurando este cuerpo que ya pesa quince kilos menos que el 10 de Junio.